
Donald Trump, en el Foro de Inversión Saudí-Estados Unidos de Riad. Reuters
Trump cierra "el mayor acuerdo de cooperación militar de la historia" con la teocracia saudí en un viaje sin escala en Israel
El objetivo del presidente de EEUU parece ser la sustitución de Europa por Arabia Saudí como centro de negociaciones y como aliado principal en sus conflictos con Irán y el Gobierno de Netanyahu.
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El hecho de que Donald Trump haya elegido Arabia Saudí como primer destino oficial de este segundo mandato tiene mucho de simbólico de cara a lo que puede ser una nueva etapa en las relaciones exteriores estadounidenses. Más allá de la firma de acuerdos comerciales por valor de 600.000 millones, hay que destacar la parafernalia con la que el dirigente norteamericano fue recibido y la cohorte de asesores y oligarcas que le acompañaron a Riad, entre ellos Elon Musk, al que hacía tiempo que no se veía junto al presidente.
Arabia Saudí ha sido el centro de operaciones de la Administración Trump casi desde su llegada al poder, desplazando a Europa como centro estratégico. En Riad y en Yeda tuvieron lugar los primeros encuentros en años entre diplomáticos estadounidenses y rusos. El príncipe Mohamed bin Salman se ha convertido en uno de sus mejores amigos y el respeto mostrado entre ambos líderes, con referencias incluso a la familia saudí y a los tiempos de Franklin Delano Roosevelt, manda sin duda un mensaje a los demás aliados.
No es casualidad que, entre los que viajaron a Riad, estuviera el consejero delegado de Nvidia, la empresa que está detrás de los procesadores que alimentan los proyectos de Inteligencia Artificial en Estados Unidos. Nvidia había quedado en muy mal lugar cuando China demostró que podía hacer prácticamente lo mismo por muchísimo menos dinero. El acuerdo que la empresa ha firmado con la recién creada Humain para desarrollar la IA en Arabia Saudí ha disparado el precio de las acciones de la compañía y pretende demostrar a Xi Jinping que Estados Unidos no da la batalla por perdida.
El reconocimiento del Gobierno sirio
Ahora bien, el viaje tiene también unas claras connotaciones políticas. Arabia Saudí es un enemigo tradicional de Irán. La monarquía suní lleva cuatro décadas y media enfrentada a los ayatolás chiíes y su utilización política del islam. En un momento en el que Estados Unidos tiene en su punto de mira el programa nuclear iraní, con la intención de impedir la fabricación de armas atómicas antes de que sea demasiado tarde, la colaboración saudí y de los demás países árabes se hace imprescindible.
No están tan lejanos los ataques israelíes sobre Teherán y la protesta de Arabia Saudí al respecto. Trump querrá asegurarse de que, en caso de que Netanyahu decida retomar los bombardeos sobre el país chií e incluso los intensifique para acabar con las instalaciones nucleares, Arabia mantendrá al menos un prudente silencio y sabrá controlar a su opinión pública. Sobre todo, si a la vez, Israel está ocupando la franja palestina de Gaza, algo que no va a gustar nada en el mundo árabe, como es lógico.
Dicho esto, Trump también ha decidido mandar un mensaje a Benjamin Netanyahu durante su estancia en Riad. El anuncio del levantamiento de las sanciones al nuevo régimen sirio sin consultar antes a su aliado hebreo no ha podido sentar bien en Tel Aviv. Sobre todo si se tiene en cuenta que Israel y Siria están enzarzados en continuas escaramuzas por la represión a los drusos, un pueblo cuya religión monoteísta no encaja exactamente ni con el cristianismo ni con el judaísmo ni con el islam.
Israel se ha erigido en defensor de esta minoría étnica, probablemente para tener una excusa para bombardear Damasco —hace poco lo hizo en los alrededores del palacio presidencial— y asentar sus posiciones en los Altos del Golán. El levantamiento de las sanciones junto al probable reconocimiento de un Gobierno legítimo harán más difíciles estas operaciones, pues es muy probable que tras Estados Unidos siga toda la comunidad internacional, excepto tal vez Rusia y sus aliados, que siguen a la espera de ver qué hacen con Bashar Al Asad.
Más tensiones con Israel
No ha sido este el único desencuentro entre Estados Unidos e Israel en las últimas horas. La liberación del rehén de nacionalidad estadounidense Edan Alexander ha provocado una gran indignación en Tel Aviv. El motivo no es solo que Estados Unidos negociara a dos bandas con Qatar y Hamás, obviando al Gobierno hebreo, sino que ni siquiera informó de sus intenciones a Israel, que tuvo que enterarse por su propio servicio de inteligencia. Hay que recordar que Alexander es soldado de las Fuerzas de Defensa de Israel.
Las relaciones entre Trump y Netanyahu no parecen pasar por el mejor momento, pese a los intentos de Steve Witkoff por reconducirlas y la conversación que ambos líderes mantuvieron el pasado lunes. Trump está harto de lo que considera “intransigencia” por parte del primer ministro israelí, algo de lo que ya se quejó en su primer mandato y que acabó congelando las relaciones entre Israel y Estados Unidos bajo la Administración Biden, pese a la larguísima relación de amistad personal entre ambos dirigentes.
A la espera de lo que pueda conseguir el equipo negociador de Witkoff a partir del jueves en Doha, donde se reunirá con enviados qataríes en representación de la banda terrorista, Israel ya ha dejado claro que le da “cuatro días” para llegar a un acuerdo o empezará la anunciada invasión terrestre de la Franja. Al parecer, Netanyahu no mantiene esperanza alguna de que Hamás vaya a ceder a estas alturas, pero quiere dar tiempo a que Trump culmine su visita por los países árabes cercanos al Golfo Pérsico antes de iniciar las hostilidades.
Unas hostilidades que, en principio, Trump no ve con malos ojos. Es más, su posición cuando no era presidente iba en ese sentido: el derecho de Israel a entrar en Gaza y hacer lo que quisiera con los terroristas de Hamás, sin importar las víctimas colaterales que pudieran producirse. A quien sí le importan, en principio, es precisamente a Bin Salman. Sin duda, este habrá sido uno de los temas que habrán estado sobre la mesa y para el que la solución no parece fácil. Este flanco es el único, posiblemente, en el que ambos líderes no estén de acuerdo, aunque tendrán que llegar a algún tipo de acuerdo en el corto plazo si Netanyahu sigue empeñado en su “conquista” de Gaza.